miércoles, 19 de marzo de 2014

Si los muertos hablasen... 10

SI LOS MUERTOS HABLASEN...

CAPÍTULO 10

TONTERÍAS



Los tres se quedaron petrificados.
Dejaron el cadáver de Jay donde estaba y empezaron a buscar el de Richard.
Miraron debajo de las sillas, de las alfombras, de los meses, detrás de las cortinas, en los armarios y hasta salieron al patio y a la cocina.
Nada.
El cadáver no estaba en ningúno de estos lugares. 
El cadáver no estaba.
Ya eran dos los cuerpos desaparecidos. 
Dos cuerpos desaparecidos y un nuevo cadáver.
Cuando pararon de buscar nadie habló. Adolf se sentó en el sofá, John en una silla y Alex empezó a dar vueltas alrededor de la habitación. El cadáver, en el suelo.
Tirado.
Inerte.
Sanguilonento.
Todas parecían querer apartarlo de sus mentes.
Ninguno lo conseguía realmente.
El silencio se fue haciendo cada vez más tenso a medida que los diferentes miembros del grupo iban extrayendo sus propias exclusiones. ¿Quién había sido el único que había tenido a Jay y al cadáver a su alcance todo el tiempo?

- ¿Qué hacemos con él?

John había roto el silencio y sacado a Adolf y a Alex de sus reflexiones. 

- No sé -dijo Alex-. ¿Qué debemos hacer? Está muerto. lo peor que le puede pasar es desaparecer. 

- Habría que intentar evitarlo, ¿no?

- ¿Como con Richard? -dijo Adolf.

- No, con Richard no hicimos nada para evitarlo.

- ¿Y qué podemos hacer para evitarlo? -preguntó Alex.

- No sé.

Se impuso de nuevo el silencio. Sin embargo, esta vez fue mucho menor y fue Adolf el que lo rompió.

- ¿Cómo hiciste para pintarlo? -dijo mirando directamente a John.

- ¿Para pintar lo qué? -preguntó John.

- El mensaje.

- ¿Qué mensaje?

- El del desván.

- ¿Qué quieres decir?

- Sabes muy bien lo que quiero decir -Adolf se levantó-. Tú mataste a Jay y escribiste el mensaje. Posiblemente también matarás a Richard. Y me apuesto lo que quieras a que el cadáver no estaba muerto y era un cómplice tuyo.

- Adolf, no hagamos acusaciones en vano, no nos llevarán a nada -dijo Alex.

- No es ninguna acusación en vano. Es una acusación en toda regla -Adolf se levantó y se fue acercando a John-. Tú lo mataste. ¿Dónde está el arma? ¿La tienes escondida?

- No sé de que hablas, Adolf, de verdad. 

Adolf se acercaba cada vez más y más a John. Este se levantó y empezó a retroceder.
Chocó con la puerta y se quedó allí. Adolf siguió avanzando. Cuando llegó hasta donde estaba John, estiró el brazo con la mano abierta y dijo:

- El arma. Dámela.

John no se movió. Tampoco habló.

- ¡¡EL ARMA!!

Adolf acercó su cuerpo al de John aún más y volvió a gritar, ahora con más intensidad.

- ¡¡¡EL ARMA!!!

John no hizó ningún movimiento. Tenía miedo. Empezó a hablar con un tono muy nervioso.

- Adolf, te juro que no sé de que hablas. Yo no tengo ningún arma, no he matado a nadie. Cuando volví del baño, jay ya estaba muerto. Al igual que el cadáver del....

- ¡¡¡¡¡¡¡¡EL ARMAAAAAAAA!!!!!!!!

Adolf acompaño este último grito con un puñetazo hacia la pared que dejó su puño dentro de la misma.
En ese momento, Alex intervino. Apartó a Adolf de John y se lo intentó llevar a una esquina.
Adolf se resistió mucho al principio, pero Alex empezó a hablarle y se tranquilizó:

- Adolf, tranquilízate, no podemos acusar a nadie. Si empezamos a echarnos la culap entre nosotros estamos destinados a un final peor que el de nuestros amigos. Tenemos que estar unidos y encontrar al asesino. Tiene que estar aún en la casa, para salir, tendría que haber saltado desde la ventana y le habríamos oído. Y sino tendría que haber pasado por aquí. Aún está aquí y hay que encontrarlo. Adolf, tranquilo.

Adolf se calmó con estas palabras. 

- Lo siento, he perdido los estribos. Lo siento, John.

Empezó a buscar a John con la mirada.
No lo encontró. 
No estaba en la habitación. 
Lo único que delataba su huída era la puerta abierta y la pajarita que hace unos momentos llevaba al cuello y que ahora se encontraba abandonada en el suelo. 

- Asesino. Canalla. Hipócrita. ¡Mentiroso! ¡Estafador! ¡¡¡ASESINO!!! ¡¡¡¡JOOOOOOOHN!!!!

Adolf había empezado hablando con un tono de voz normal y había ido subiéndolo a medida que su ira aumentaba.
Después de pronunciar la última palabra salió corriendo y gritando el nombre de John. 
En su alocada carrera, golpeó una puerta con el puño y la rompió.

- Sino lo sigo, lo mata -dijo Alex.

Y empezó a correr tras su amigo alemán con la intención de salvar a John.

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