jueves, 20 de marzo de 2014

Si los muertos hablasen... 11

SI LOS MUERTOS HABLASEN...

CAPÍTULO 11

UN TRUCO DIGNO DE HOUDINI



La mansión estaba oscura. 
Alex corría sin saber muy bien a dónde se dirigía y guiado por los improperios y el ruído de las pisadas de su robusto amigo alemán.
De vez en cuando también escuchaba algún golpe seco o la rotura de algún mueble o cualquier otro objeto de madera. Supuso que serían los resultados de la frenética persecución. 
De repente, Alex dejó de oír los ruídos de sus amigos. Adolf se había parado.
Cuando llegó al lugar en el que este estaba, observó que su amigo parecía confundido.
Estaba delante de un pasillo en el que había dos puertas. 

- ¿Qué pasa? -dijo Alex.

- John se metió en esta puerta. Y yo entré y es una sala pequeña sin más salidas que esta misma puerta. 

- ¿Y qué?

- Que él ya no está en esta habitación.

- ¿Cómo?

- Que John no está en esta habitación. No está.

- ¿Estás seguro de que entró en esa habitación?

- Si, tarde en llegar pero lo vi.

- ¿Cómo lo pudiste ver desde la distancia? Esto está muy oscuro. 

- Había una luz en la habitación. Se iluminó esta puerta, estoy seguro.

- ¿Y la otra habitación?

- Aún no he entrado.

Alex abrió la puerta de esta habitación. No había luz alguna. 
En el centro de la habitación había una silla caída a un lado y encima de esa silla había un gran bulto que colgaba de una cuerda sujeta al techo. 
Alex y Adolf reconocieron el bulto.
Empezaron a inspeccionar las paredes. 
No había puertas.
No había juntas.
No había relación alguna entre la habitación en la que John había entrado y ésa. 
Sin embargo, el bulto que colgaba del techo era el cadáver ahorcado del médico.

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