lunes, 10 de marzo de 2014

Si los muertos hablasen... 3

SI LOS MUERTOS HABLASEN...

CAPÍTULO 3

EL SEXTO COMENSAL




La noche transcurría con normalidad. La conversación entre los 5 hombres era animada y el ambiente, distendido. La comida era excelente y abundante. Después de una hora comiendo, Richard decidió servir el postre y todos asintieron.
Richard salió del salón hacia la cocina y los 4 hombres quedaron solos. Jay sacó un cigarro y empezó a fumar.
Fue entonces John el que rompió el silencio (como solía hacer) para dirigirse a Alex:

- ¿Cómo va el gran negocio americano, Alex?

- Pues ningún broker se puede quejar. Y menos teniendo como cliente a un hombre con el dinero de Richard. La banca no baja. Lleva varios meses en un continuo ascenso. Y además, cada vez son más las empresas punteras que surgen. La tecnología avanza a pasos agigantados y parece que cada día la bolsa brilla un poco más.

- ¿Cómo es trabajar en la bolsa? -interrumpió Adolf con su característico acento.

- Pues es agotador, pero cada día sales de allí con más dinero, así que creo que se recibe recompensa.

- Es curioso eso de la que la bolsa nunca baja -dijo John-. ¿No tienes miedo de que un día baje de golpe? Es decir, aunque nuestro ritmo de vida sea cada vez más sonado, no podemos mantener ese ritmo eternamente. Algún día se desplomará. ¿No tienes miedo de perderlo todo?

- Que la bolsa se desplome o no depende de las empresas -intervino Jay-. Y créeme cuando te digo que la empresa de ninguno de los aquí presentes se desplomará. Cada día son más firmes, la crisis es inviable. No sucederá, al menos en nuestra sociedad. Muchas generaciones deberían pasar y muchas cosas debería cambiar para que la bolsa se desplomé.

Alex y Adolf asintieron dándole la razón, pero John no parecía convencido. Parecía estar pensando en lo que iba a decir cuando Adolf se levantó y dijo:

- Me acabó de acordar de que traje una botella de whisky para después de la cena. La dejé en la habitación con los abrigos y el... sexto comensal. Voy a por ella y bajó ahora.

Después de estas palabras Adolf se levantó y abandonó la habitación.
Y entonces John, que parecía haber aclarado sus ideas, habló:

- Pero si la bolsa nunca sube eso significa que los precios de las empresas también deben hincharse para mantener este ascenso, ¿no?

Alex y Jay asintieron.

- Entonces, ¿queréis decir que los que permiten este ascenso y nuestro enriquecimiento y, en definitiva, los que mantienen nuestro nivel de vida, son el proletariado y las clases medias y bajas que compran los productos que fabrican las empresas?

- En efecto -Richard acababa de entrar y cargaba cinco platos con sendos trozos de tarta nevada de dos niveles-. ¿Cómo creías que funcionaba esto si no? El enriquecimiento de la clase alta y la subida de la bolsa se produce gracias a la participación de los ciudadanos en el mercado. Nosotros ganamos dinero y ellos no lo pierden, ya que a pesar de que los precios suben, también lo hacen los salarios. Y sino suben los salarios, se reducen las jornadas o se conceden bajas o se crean seguros laborales. En definitiva, en esta sociedad unos pocos nos enriquecemos a costa de que los demás ciudadanos absorban nuestras pérdidas mediante su "no-progreso". Puedes considerarlo o no justo, pero es tremendamente efectivo y beneficioso para nuestros intereses.

- Pero Richard -replicó John-, tu vienes de una familia humilde, ¿no te enfada la situación en la que viven los que antes eran de tu condición?

Richard acabó de colocar los platos despacio y mirando al suelo, y cuando parecía haber eludido la pregunta de John, se acercó a él despacio.
Sus ojos se fijaron con fijeza en John y su expresión se endureció. Ya no quedaba en ella nada de la simpatía que había profesado al médico hace unos instantes.

- Nunca, nunca, menciones mi pasado en mi presencia -dijo Richard-. Nadie sabe bastante del como para hablar con ligereza de ello, y menos en mi presencia. Y tampoco cuestiones mi ética. A pesar de que el sistema no es del todo justo, tampoco es injusto. El resto de ciudadanos no pierde nada con él y tú mismo te ganas la vida gracias a él. Da gracias a lo que tienes y nunca cuestiones la ética de tus acciones o de las acciones de los que te rodean. Y aún menos de las mías. ¿Y dónde diablos está Adolf?

Alex abrió la boca para responder pero Adolf apareció por la puerta por la que había salido. No llevaba botella alguna en la mano y su rostro, normalmente rosado, estaba ahora extremadamente pálido, como si se le hubiera aparecido algún tipo de ente sobrenatural.

- ¿Qué pasa, Adolf? -preguntó Jay.

- El cadáver...

- ¿Qué le pasa al cadáver? -preguntó Alex.

- El cadáver... el cadáver...

- ¿Qué le ha pasado al cadáver? -pregunto John con angustia.

- ...

- Maldita sea, Adolf -gritó Richard a la vez que se acercaba a su amigo y lo sacudía por los hombros-. ¡¿Quieres hablar de una maldita vez?!

- El cadáver... no está.

No hay comentarios:

Publicar un comentario